“No me han elegido ustedes a mí; más bien yo los he elegido a ustedes, y los he destinado para que vayan y den fruto, y que ese fruto permanezca” (Jn 15, 16).
Desde el 27 de septiembre al 2 de agosto, quince educadores vivieron una experiencia única de encuentro y formación en San José de Mallín Grande. El grupo, compuesto por siete Profesores Jefe de 3 Ciclo, junto a sus Encargados de Ciclo e integrantes del Consejo de Dirección y Tutoría, llegó a la casa de retiro San Agustín para vivir días de reflexión y formación en un entorno privilegiado marcado por la naturaleza, el encuentro con Dios y el fortalecimiento de la vocación y los lazos interpersonales.
Mari Ferrer, Encargada de Comunicaciones del CSA, nos cuenta su experiencia:
“Si algo aprendí en San José, es que no fue por azar, sino que fue por amor, que llegué a formar parte del grupo de educadores CSA invitado a vivir una experiencia de siete días en la Patagonia. No fue casualidad, sino que Dios me escogió especialmente, como parte del plan perfecto que tiene para mí y para esta nueva comunidad que se fue formando a medida que pasaron los días.
“Días largos, pero se hacen cortos”, nos dijo alguien allá, y con cuánta razón. Si bien los días se sienten largos, el tiempo pasa rápido y se hace poco, porque uno quisiera que esa sensación de paz que se experimenta, durara para siempre.
Partí sin pensar mucho, dejándome sorprender por esta experiencia nueva y desconocida. Con el corazón abierto a escuchar y aprender, y dispuesta a desconectarme de todas mis preocupaciones para conectarme con Dios, conmigo misma, y con las catorce personas que me acompañaban en esta aventura.
Fui testigo de cómo se fueron fortaleciendo los lazos entre nosotros, a medida que compartíamos la oración, el trabajo y la vida comunitaria. Mientras prendíamos el fuego, horneábamos el pan, aprendíamos a rezar el Oficio o preparábamos la tierra para sembrar, crecía la certeza de que se estaba gestando algo especial.
Allá la naturaleza es la protagonista. La cordillera nevada, el viento frío, el lago, hasta los pájaros carpinteros que llegaron de visita… todo es una manifestación de Dios que nos recuerda que, tal como el paisaje es maravilloso a nuestros ojos, así también somos nosotros a los ojos del Padre.
Me reí (mucho) y lloré, descansé y me cansé, me desconecté y me conecté, disfruté de intensas conversaciones y preciosos silencios, reafirmé mi vocación y asumí nuevos desafíos; fui con el encargo de aprovechar al máximo esta experiencia y así lo hice.
Si bien ya pasaron algunos días desde que regresamos, siento que estoy volviendo de a poco. Mi mente y mi corazón aún están un poco allá. Veo las fotos y me quedo largo rato mirando los detalles, mientras intento traer de vuelta eso tan lindo que surge en San José: la increíble certeza de que Dios me ama y que, a su lado, todo va a estar bien”.