“Y BORRAR TODOS JUNTOS EN ESTOS DÍAS SANTOS TODAS LAS NEGLIGENCIAS DE OTROS TIEMPOS” (RB 49,3)
Demos gracias a Dios y a la Iglesia por este tiempo de Cuaresma, que es una motivación para renovarnos, para volver a abrirnos a la gracia de Dios que logra lo imposible en nosotros. A no quedarnos en la debilidad, lo malo, el pecado, si no a animarnos a ver los frutos a nuestro alrededor; a reconocer el paso de Dios en nuestras vidas, a descubrir y agradecer el trabajo que Dios ha ido haciendo en nosotros y en nuestra comunidad.
Porque san Benito nos invita a “borrar todos juntos en estos días santos todas las negligencias de otros tiempos” (RB 49, 3), a no recorrer solos este camino de Cuaresma, si no que, junto a otros en comunidad, porque somos Iglesia, la asamblea de los que creen en Cristo. De agradecer y renovarnos en nuestras instancias comunitarias y a redoblar nuestro celo por ellas; a ser diligentes en la oración del oficio, en la lectio compartida, en la celebración de la Palabra. A agradecer la posibilidad que tenemos de rezar juntos, de animarnos mutuamente compartiendo las manifestaciones del amor de Dios, del anuncio recíproco de la Palabra y de renovar nuestra comunidad, la Iglesia, a tomar conciencia de “no solo pertenecer a la Iglesia sino de ser Iglesia” (Cristifideles Laici, 3).
Necesitamos avanzar en el camino de la fe: “el que en la vida espiritual no avanza, retrocede” (Benedicto XVI, Mensaje Cuaresma 2012). Avancemos juntos este camino a la Pascua, que sea un camino para ensanchar nuestro corazón por el amor; san Juan Crisóstomo decía que la caridad tiene ese poder dilatador, porque es una virtud cálida y ardiente. Tengamos paciencia con nosotros mismos. Quizás en la mitad del camino nos vamos a dar cuenta que no podemos, que no está a nuestro alcance realizar el bien que queremos: “puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero” (Rom 7, 19). Que eso no nos paralice, es en esa limitación y debilidad que le permitimos entrar a Cristo que con su amor y gracia nos rescata de nosotros mismos, llenándonos de gratitud, de alegría, en la certeza de la salvación.
Renovémonos en el amor de Dios, en nuestra vocación de bautizados, de formar parte de la Iglesia. “La creación tiene la irrefrenable necesidad de que se manifiesten los hijos de Dios, aquellos que se han convertido en una “nueva creación”: “Si alguno está en Cristo, es una creatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo” (2 Co 5, 17) (Mensaje Cuaresma papa Francisco). Dejemos que aparezca el Cristo que está en cada uno, que aparezca nuestro hombre y mujer nueva, nuestro ser espiritual y más que por un esfuerzo personal, abrámonos a la gracia y a la acción del Espíritu Santo “pues es Dios quien, por su benevolencia, realiza en vosotros el querer y el obrar“ (Flp 2,13).
Fuente: Boletín #1047 Movimiento Apostólico Manquehue